Palacio Astoreca

Dieciocho n°121

El Palacio Astoreca, ubicado en la calle Dieciocho, es una joya arquitectónica de principios del siglo XX que refleja el esplendor de la élite salitrera chilena. Su cuidado antejardín armoniza con la belleza de la elegante fachada de este edificio.

Encargado a principios del siglo XX por el empresario salitrero Matías Astoreca Granja al arquitecto Alberto Cruz Montt, el palacio fue concebido como residencia familiar. La familia Astoreca vivió en el palacio entre 1914 y 1918, arrendando luego la propiedad a la embajada de Estados Unidos en Chile, quienes ocuparon el inmueble entre 1918 y 1925. Con la irrupción del salitre sintético se produjo una grave crisis económica, por lo que la familia no pudo seguir haciéndose cargo de la mansión. En 1934, la casa fue vendida a la familia Brown y en el año 1963 fue adquirida por el Colegio de Contadores de Chile.

El palacio tiene un estilo neoclásico francés, con una estructura de dos pisos, zócalo y falsa mansarda. El interior conserva detalles originales, como chimeneas de mármol francés, pisos de roble americano, tapices de brocado y una escalera de mármol con baranda de hierro forjado.

Su fachada principal, retirada de la calle, se confronta con un señorial antejardín, característica distintiva de la “ciudad jardín” que denota el estatus social de la época, a diferencia de los edificios de fachada continua sin antejardín. 

Este hermoso jardín es, por lo tanto, un espacio de bienvenida. Una de sus principales características son sus antiguos rosales con una variedad de colores -rojos, amarillos, blancos, rosados, damasco y fucsia- e incluso rosas trepadoras. Desde principios de los años 80, el cuidado del jardín estuvo a cargo de Alejandro Granifo, y a partir del 2001 su hijo Rigoberto tomó esta responsabilidad, que mantiene hasta hoy. Por ello Rigoberto puede afirmar con certeza que gran parte de las especies tienen mínimo seis décadas, pues ya estaban ahí cuando ellos llegaron, y todo el esfuerzo se ha enfocado en mantener lo más fielmente posible el carácter original del jardín como lo conocieron.

Otras especies presentes son las hortensias, los  laureles, el jazmín amarillo, un árbol de jade y tres camelias de las cuales una está injertada, dando flores de blanco jaspeado abajo y de rosado fuerte arriba en la copa. También destaca en la entrada un gran magnolio que cobija un panal de abejas. Anteriormente el jardín tuvo tres paltos, de los cuales se conserva uno, cuya altura traspasa la del edificio. Las ligustrinas que desde la entrada hacen de cerco para el jardín, más la enredadera que trepa el muro de unos 4 metros ayudando a crear un microclima que contrarresta la radiación actual, completan el cuadro de este jardín. Hoy todos los esfuerzos están puestos en mantener de forma lo más natural este espacio.