Casa Quemada

Catedral n°2841

Con más de 150 años de historia, una casona de calle Catedral en el Barrio Yungay da testimonio del renacer que experimentó el lugar tras un incendio. Adoptando una nueva identidad como “Casa Quemada”, acogió en sus jardines y en la estructura sobreviviente a actividades artísticas y culturales.  

A pasos de Plaza Libertad, una típica casona chilena -con muros de adobe, techumbre de tejas, corredores y patios interiores- sufrió en 2012 un incendio que destruyó gran parte del inmueble y su entorno. Tras el incendio, estos fueron recuperados por un paisajista y sus amigos artistas, quienes hicieron allí la primera exposición de “Artistas por Yungay”. A partir de esto se desarrolló el proyecto del Centro Cultural Casa Quemada, acogiendo una variedad de actividades, desde exposiciones de arte hasta representaciones teatrales y proyectos de universidades.

Los muros quemados y las cicatrices del incendio se integraron con los jardines, generando un ambiente único que no solo destacaba el arte, sino también la relación entre la naturaleza y la historia del lugar. 

A pesar de que el fuego arrasó con algunas especies vegetales de su primer jardín, con el tiempo volvieron a brotar la camelia, el jazmín, el naranjo y el damasco. También se encuentran ahí palmeras y enredaderas. Un tiempo funcionó aquí un café, del cual quedaron en el lugar sus asientos hechos de palets. También se puede apreciar ahí una escultura hecha con adobe de los muros caídos con el incendio. En las paredes los artistas plasmaron figuras como Bernardo O’Higgins, Gabriela Mistral y otros enigmáticos rostros y ojos. 

Entre el primer y segundo patio hay un salón que sirvió de teatro, mientras que en el jardín trasero hay un invernadero lleno plantas en reproducción. 

Actualmente, el paisajista es quien usa y mantiene la casona, donde desarrolla parte de su producción de jardines verticales. Su oficina ocupa uno de los salones. Como no tiene el techo original, es un espacio muy luminoso donde luce un muro verde con piedras, helechos y una escultura de un rostro.

Hoy, con la casa en venta y su eventual demolición en el horizonte, el jardín se enfrenta a la desaparición junto con el resto de la casa. Este jardín, que logró brotar de las cenizas, permanece como un recordatorio de cómo la vida puede surgir de los lugares más inesperados, incluso después de la devastación.